Ahora que se abre el plazo de
matriculación para el próximo curso, desde la Asociación Familiar
BAGARA queremos animar a todas las familias, y en particular a las
cristianas, a que apunten a sus hijos a la asignatura de Religión.
Las razones para hacerlo así, de largo
alcance y profundidad, pertenecen al ámbito de la cultura, de la
moral y de la dimensión transcendente de la persona. En efecto, el
conocimiento religioso, y específicamente el cristianismo, resulta
imprescindible para comprender la cultura europea, a la que
pertenecemos, desde las obras de arte que llenan cada rincón de
nuestros pueblos y ciudades, hasta las obras literarias de nuestros
clásicos; desde las composiciones musicales que se interpretan en
nuestros auditorios, hasta los sistemas filosóficos en los que hunde
sus raíces el pensamiento actual.
Valores con una innegable fuerza
humanizadora, como la verdad y la sinceridad, la justicia y la
generosidad, la libertad y la templanza o la fortaleza han encontrado
en la cultura cristiana su medio de transmisión intergeneracional en
las sociedades europeas en los últimos veinte siglos.
Y no es de menor importancia, sino todo
lo contrario, la capacidad de las religiones, y en concreto de la
religión cristiana, de dotar de un sentido fuerte a la vida del ser
humano. En una Europa cada vez más secularizada, conviene no
olvidarnos de afirmar con convicción que hay un Dios que nos ama, y
que nos llama a cada uno a construir un mundo más fraterno y
tolerante, más abierto y acogedor. En definitiva, un mundo mejor.
Sepan los padres que en la escuela,
también en la pública por supuesto, tienen en la clase de religión
un instrumento privilegiado a su alcance, y al que tienen derecho,
que contribuye en el ámbito que le es propio a que sus hijos e hijas
reciban una educación integral. La religión en la escuela ayuda, de
manera muy especial, a que nuestros niños y niñas se conviertan el
día de mañana en “hombres y mujeres de bien”, como antes se
solía decir.
Siendo todo lo arriba expuesto cierto,
cuesta trabajo entender que algunas organizaciones, en vez de dedicar
sus afanes a la tarea que le es propia y que les da su razón de ser,
dedican tiempo, esfuerzo y algún que otro dinero proveniente de las
arcas públicas, a intentar menoscabar la clase de religión. Año
tras año, cuando se acercan las fechas de matriculación saltan a la
tribuna pública esgrimiendo seudo razones para acabar exigiendo que
se saque la clase de religión fuera del horario lectivo de la
escuela pública.
Confunden interesadamente sociedad y
escuela laica con laicista, derechos ciudadanos con
privilegios eclesiales. Trabajan, dicen, en pos de una escuela
pública “sin dogmas, ni verdades únicas y excluyentes”, a la
vez que pretenden imponer su propio proyecto ideológico de escuela
pública. Se arrogan, por si fuera poco, la defensa de los derechos
“de toda la comunidad educativa”. Al tiempo que propugnan la
eliminación de la clase de religión dicen estar a favor de un
modelo educativo integral e inclusivo. Así se puede
ver en un reciente artículo de prensa (Deia, 30-01-15).
No nos cansaremos de decirlo. Una
simple mirada a Europa nos muestra que la clase de religión es
perfectamente compatible con la laicidad social y escolar.
Algunos ejemplos. En Rusia hay una
asignatura obligatoria que, junto con
la ética, estudia las principales religiones del mundo, con especial
atención al cristianismo ortodoxo. En Finlandia, paradigma de la
educación europea, se estudia religión como una asignatura más,
obligatoria en los cursos que se corresponden con la Primaria y la
Secundaria española y como tal cuenta para la media académica como
las demás. Si volvemos la vista a Alemania, la religión es
una asignatura ordinaria en el Sistema Educativo, con efectos
académicos; existe una alternativa. Podríamos seguir con Portugal,
Italia, Bélgica, Reino Unido, etc.
A diferencia de la laicidad instaurada
en Europa, estas organizaciones a las que nos referimos proponen otra
cosa bien diferente. La exclusión de la religión de la vida social
y escolar, su reclusión en la esfera de lo privado, constituye un
rasgo esencial de una ideología determinada, cada vez más
fanatizada e intolerante, que se denomina laicismo. Se sitúa
en las antípodas de la laicidad europea.
¿Y por qué hay clase de religión en
la escuela pública, aquí y en Europa? Pues porque los padres
europeos tienen, tenemos, derecho a pedirlo, y las leyes de cada país
así lo recogen y garantizan. Consecuencia evidente de lo anterior es
que la clase de religión no es un “privilegio de la Iglesia”, ni
un resto de una “etapa predemocrática”, como frecuentemente
afirman, sino el resultado del ejercicio de un derecho ciudadano.
Desde estas organizaciones se dice que
persiguen un modelo educativo integral. Pues bien, hemos de
subrayar que uno de los objetivos fundamentales de la clase de
religión es el desarrollo integral del alumnado que elije la
asignatura, desde la inspiración cristiana de la dimensión moral,
espiritual y transcendente de la persona. Naturalmente, entendemos
que algunas de estas organizaciones no compartan esta cosmovisión.
Lo que hace inaceptable que pretendan imponer la suya propia a
quienes no participan de ella.
Por otra parte, resulta cómico que
alardeen de buscar un modelo educativo inclusivo “que eduque
en la diversidad”, y que a renglón seguido preconicen como medio
para conseguirlo la exclusión de la clase de religión
demandada libremente por los padres. ¿Educar en la diversidad
eliminando la diferencia? Parece obvio que la enseñanza de la
religión en el espacio común escolar contribuye a la promoción de
la integración “de la diversidad” así como de la tolerancia
social, valores irrenunciables en todo proyecto educativo
democrático.
Esas organizaciones suelen quejarse de
la alternativa a la clase de religión. Hasta ahora se han venido
quejando de que la alternativa a la religión era una pérdida de
tiempo. Ahora se quejan de “la obligatoriedad de impartir una
asignatura alternativa fuerte”. Según ustedes manifiestan, “la
escuela pública ha de educar en valores humanistas, científicos y
universales,…”. Pues bien, la LOMCE efectivamente obliga a
impartir una alternativa a la religión, que en Primaria se denomina
“Valores Sociales y Cívicos”, y en Secundaria, “Valores
Éticos”. ¿No juzgan la nueva alternativa una buena ocasión para
impulsar una educación en “valores humanistas”, que ustedes
afirman desear? A nosotros nos parece que sí, sin ninguna duda. Y de
paso se deja de “perder el tiempo”, como hasta ahora han
denunciado con razón. Esta contradicción flagrante de criticar una
cosa y su contraria a la vez, solo es comprensible si se tiene en
cuenta el punto, el prejuicio, de partida de todo su discurso.
Quieren la religión fuera de la escuela pública, sea cual sea la
alternativa, porque se consideran tutores privilegiados de la misma.
Ramiro Pascual
Presidente de BAGARA
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