DIARIO DE NAVARRA, martes 28 de octubre de 2014
En el agotador debate que periódicamente surge alrededor de la asignatura de Religión, algunos opinantes evidencian muy poco respeto hacia el alumnado que la cursa, sus familias y por extensión hacia el profesorado que la imparte.
Algunas
respetables opiniones parece que tratan al alumnado de Religión como
susceptible de ser manejado, engañado, sin capacidad crítica,
carentes ellos y sus familias de unos conocimientos básicos de
historia, ciencias, incluso de sentido común, que les hace presa
fácil de la, en su opinión, manipulación de la realidad que hace
esta asignatura. Esto es opinar por opinar y ofender de modo
gratuito. Quienes nos movemos por las aulas dando Religión desde
hace años, constatamos que gran parte de nuestro alumnado, en
función de su edad, interroga, cuestiona, debate, discrepa o acepta
y, en definitiva, aprende de modo crítico en un marco de diálogo
respetuoso fe-ciencia. Este es el marco de la enseñanza religiosa
escolar, algo que sin duda ayuda a nuestro alumnado, junto con el
resto de las materias, a su formación integral.
El
alumnado que libremente elige cursar Religión es formado en el
conocimiento de una realidad global, que tiene sus claves culturales,
personales, sociales, de sentido de la vida, aprende a interpretar la
Biblia desde el conocimiento de los géneros literarios, valora la
presencia del cristianismo en la historia y en la actualidad, etc.
Esta sistematización de contenidos, de procedimientos y de actitudes
siempre son mejorables, pero lo mismo ocurre con las otras
asignaturas.
Por
otro lado, estos opinadores deben imaginarse que el profesorado de
Religión es una especie rara de docente, que ataca la ciencia y que
manipula la historia. Pues nada, una vez más de que hablan por
hablar. Al margen de la dimensión personal, el profesorado de
Religión es, desde el punto de vista profesional, de un perfil
similar al resto de sus compañeros, procura hacer lo mejor que
puede su trabajo y está en permanente formación.
Es de
agradecer por tanto que, ante el legítimo derecho a la discrepancia
sobre el actual modelo de enseñanza religiosa escolar, se respete a
los actores que de una u otra manera participamos de ella,
reconociendo la libertad de familias y alumnado para la opción que
realizan y la profesionalidad del profesorado que la imparte.
Fernando
Jorajuria Zabalza
Federación
de Enseñanza de USO-Navarra
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